Los optimistas by Rebecca Makkai

Los optimistas by Rebecca Makkai

autor:Rebecca Makkai [Makkai, Rebecca]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2018-06-01T00:00:00+00:00


2015

Arnaud no le había dado permiso para hacerlo, pero ¿qué importaba? Él quería que las cosas se prolongaran. Cobraba por ello.

Además, cuando Jake se presentó en el piso de Richard a la tarde siguiente, quiso sacarlo de allí lo antes posible. Si había venido a incordiarlo a él, tenía que irse, y si estaba allí para incordiarla a ella, podía hacerlo en otra parte. De modo que antes de que Serge lo invitara a pasar y le ofreciera una copa, Fiona lo cogió del brazo.

—Necesito que me ayudes con algo. —Y se lo llevó de allí a rastras—. Ya sé dónde vive. Me refiero al tipo que la metió en la secta. Vamos a volver a su casa.

—¿Vamos?

—Tú eres más corpulento que yo. Aunque no tanto como él, te lo advierto. Pero no tiene aspecto atlético.

—Ah, estupendo.

Pero la siguió y se subió con ella al taxi.

—¿Entonces es verdad que no eres alcohólico? —le preguntó ella.

—No lo sé. He hecho algunas de esas pruebas que hay en internet y estas son las conclusiones a las que he llegado: en Estados Unidos se me considera un gran bebedor. En Francia soy totalmente normal.

Fiona se rio mientras se palpaba el bolsillo para asegurarse de que no se había olvidado el móvil en casa de Richard.

—Si te soltara en los años ochenta, en el grupo de mis amigos, serías un monje.

—¿Muchas fiestas?

—Todos tuvimos problemas con el alcohol. Absolutamente todos, excepto los que los tuvieron con las drogas.

—¡Y tú sobreviviste! ¡Todavía estás aquí!

Por Dios. Ella lo odió en ese momento.

—Mira, cuando lleguemos allí no hables. Das más miedo cuando estás callado.

—Claro. Lo mío son los músculos.

Ella le apartó la mano antes de que le tocara la rodilla.

Llamaron a la puerta, y Fiona esperó con el estómago dolorosamente contraído que les abriera la mujer. Que los invitara a pasar, y que Kurt, al volver del trabajo, los encontrará sentados en el sofá, tomando el té. Pero fue Kurt quien abrió y se quedó mirándolos sin comprender. Miró más a Jake que a Fiona, hasta que finalmente se volvió hacia ella, con los ojos muy abiertos, y se llevó una mano a la coleta.

—Oooh —dijo—. Eh. Yo… Vaya. Hola, Fiona.

—Vamos a entrar —le advirtió ella.

Y, pasando por debajo de su brazo, se metió en un piso que, con las bolsas de la compra en la encimera y un ordenador portátil en el sofá, parecía bastante más acogedor y habitado que el día anterior.

Fiona había dedicado una parte exagerada de su vida adulta a dos fantasías recurrentes. Una, sobre todo en los últimos tiempos, era el ejercicio mental de caminar por Chicago e intentar recuperarlo tal como era en 1984 y 1985. Empezaba imaginando coches marrones por la calle. Coches marrones aparcados uno tras otro, con los amortiguadores medio caídos. En lugar de Gap, Woolworths con una barra para comer. Y donde ahora estaba el odontólogo, la tienda de discos Wax Trax! Records. Y si lograba visualizar todo eso, también veía en las aceras a sus amigos con



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